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jueves, 8 de julio de 2010

Estás loco, pero eso me gusta

La maleza del bosque les daba la impresión de que aún les quedaba mucho más por correr. Aunque no sabían a dónde iban a llegar, huían con la inagotable esperanza de encontrar una salida. Una cueva, un lago, un lugar donde esconderse. Un sitio donde al menos poder vivir un par de horas más.

No tardarían mucho en alcanzarles si seguían así. Aquellos que los perseguían eran muchos y montaban a caballo. Ellos tan solo eran dos y a pesar de que corrían como nunca lo habían echo, sus piernas comenzaban a flaquear.

Cada vez, los árboles creaban unos pasillos más estrellos y agobiados. Les costaba mucho pasar. Ambos jóvenes jadeaban desesperados. Oían los cascos de los caballos cada vez más cerca. Parecía que la muerte les estaba susurrando que dejasen de correr de una vez por todas, que era inútil y que les dieran la mano para largarse con ella y desaparecer para siempre.

A sabiendas de que lo más probable que les esperaban era la muerte, con una fuerza insospechada abanzaron lo más rápido que podían a nosesabedonde. La chica tropezó con una rama y calló al suelo. El chico no se percató y corrió sin haber oído nada.

- ¡Carl! -le chilló intentando buscar ayuda de su compañero.

El otro dio la vuelta y desesperadamente socorrió a su amiga. Se había herido en el brazo. Un incoveniente más. Varias gotas de sangre se deslizaban por el brazo de Laia. Ella no podía mirar.

- ¡No tenemos tiempo! -le anunció mientras la levantaba- ¡Tenemos que irnos!

Los gritos de los hombres y el sonido de los caballos les hizo espabilar y renaudar lo que parecía ser una eterna carrera. Entre las copas de los oscuros pinos hallaron un pequeño rayo de luz. Ahí se hallaba su felicidad.

Dolida por la herida pero a la vez asustada Laia corría de la mano de Carl, intentando soportar su ritmo. Tras golpearles varias ramas en la cara y diversas partes del cuerpo llegaron a lo que creían que iba a ser su libertad. Se despidieron de la maraña de maleza para tocar un suelo firme y seco.

Sus descalzos pies pedían ayuda. Parecía que sus dedos iban a explotar. Miraron al horizonte y descubrieron que sus posibilidades de huir se escapaban de entre sus dedos. Un gran acantilado yacía delante de sus ojos.

- Estamos perdidos. -se dejó de caer de rodillas la chica.

Lentamente , Carl se aproximó a la caída del acantilado. Con cierto temor miró hacía abajo. Para su sorpresa había mar. Un mar calmado y libre de olas.

- No del todo. -musitó no muy seguro.

Laia se levantó como podía y le cogió la mano con delicadeza. Se asomó a la gran caída y cerró los ojos con rapidez. Demasiada altura para ella. Los jinetes llegaron veloces al lugar dónde se encontraban. Ambos se sujetaron la mano con fuerza. Si morían, lo harían juntos. Retrocedieron lo más próximo a la caída y lo más lejano a ellos.

- Rendíos. -dijo con un tono arrogante uno el jefe de todos ellos- No tenéis escapatoria.

Carl lanzó una ojeada al acantilado y le mandó una mirada cómplice a su compañera. Ella no tardó en darse cuenta a lo que se refería.

- Estás loco, -susurró Laia- pero eso me gusta.

Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Carl. Era arriesgado, pero era lo único que les quedaba.

- En tal caso, venid a por nosotros cuando queraís...-vaciló Carl.

El jefe, temiendo lo que iba a pasar intentó acercase a ellos, pero ya era demasiado tarde. Dando un paso hacia atrás, los dos chicos cayeron hacia el mar. La caída resultó ser demasiado rápida como para percatarse. El impacto con el agua les resultó doloroso. Pero el dolor no se sentía cuando podían saborear la libertad.

Cuando ya salieron de la superficie, intactos, se dieron cuenta de que todo ese sufrimiento había merecido la pena. Se miraron a los ojos y se perdieron cada uno en la mirada del otro. Por fín, estaban juntos. Juntos para siempre.



4 comentarios:

  1. Muy interesante desde el principio. Muy romántico el final. Me ha encantado la frase: Se miraron a los ojos y se perdieron cada uno en la mirada del otro.

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  2. "el dolor no se sentía cuando se podía saborear la libertad.", ojalá mucha gente pudiese hacer suya esta frase, les ayudaría a ver la vida de una manera totalmente diferente...

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  3. ¡Que entretenido!
    Y permiteme decirte que se te nota mucho que lees a Laura Gallego =) No es nada malo, cuando escribo historias me ocurre lo mismo xDD Son muy pegadizas sus expresiones y demás.
    Besitoos.

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